martes, diciembre 20, 2011

LA NUEVA ECONOMÍA/1: EL FRACASO DEL LIBERALISMO

Nota: este artículo trata del liberalismo y no del neoliberalismo, que es algo sustancialmente diferente.

Describiéndolo brevemente, la idea clave del liberalismo se basa en que la estructura social no es un sistema ajeno a la voluntad sumada de sus integrantes sino, precisamente, el resultado de la suma de estos. Así, en el liberalismo el comportamiento individual es clave, pues por la unión de ellos se funda la sociedad. Por ello, esta teoría va unida en su origen a teorías éticas, en concreto la idea de empatía típica del empirismo inglés, que, como toda teoría moral, pretenderá regularizar correctamente el comportamiento humano y, asimismo, a una idea de racionalidad determinada, y relacionada con el cálculo, que es la que debe guiar al individuo para formar, no olvidemos el carácter utópico, una sociedad libre.

Para formar esta sociedad libre, el liberalismo económico defiende que el comportamiento individual será racionalmente egoísta, buscará el propio interés, pero no de cualquier manera sino de una inteligente que implicará un cálculo de las opciones. De esta manera, y de acuerdo a lo dicho anteriormente sobre la sociedad como sumatorio, la suma de todos estos comportamientos egoístas e inteligentes generará una sociedad racional y próspera. Y lo hará porque si alguien no realiza correctamente su cálculo, voluntaria o involuntariamente, el comportamiento egoísta racional del resto de la población ejercerá un factor de corrección sobre los errores del primero y garantizará así la cohesión social. Por ejemplo, si yo abro una tienda de ropa en horario nocturno -aprovechando la nueva normativa de la falsa liberal Aguirre- lo más probable es que el comportamiento egoísta de mis potenciales consumidores, que no querrán levantarse de la cama para comprar ropa a esas horas, hará que vuelva a la cohesión social del horario. Por consiguiente, piensa el liberalismo clásico, la cohesión social es el resultado final de su teoría y no la libre competencia, que es solo un medio para conseguirlo. Por eso, no hay que confundir el liberalismo con el darwinismo social, pues la finalidad clave del primero es una sociedad moral y cohesionada a través de la libertad mientras que del segundo es la selección individual de los más aptos.

Por todo esto, podemos definir el sueño liberal como un mundo de hombres libres que a través del desarrollo personal de su libertad interrelacionada construyen cada día una sociedad también libre. El liberalismo, como consecuencia, es un contractualismo a diario con final feliz. Y una ñoña utopía.

¿Utopía? Efectivamente, el liberalismo fue una utopía ya en la época del capitalismo clásico y hoy en día es un fracaso. Pero, ¿por qué?

Resulta curioso observar, primero, como el liberalismo nunca se ha dado realmente sino que siempre ha sido defendido pero no realizado -en esto se parece al marxismo-. En los países donde aparentemente debería haber triunfado, los anglosajones por tradición, no se dio ni en la economía interior ni en, y fundamentalmente, la exterior. Así, el liberalismo nunca perteneció al campo de la política real sino al de la ideología: muchos lo defienden, pero nadie lo aplica.

En segundo lugar, y como ya se le ha criticado repetidas veces, el liberalismo fue también ideológico en la época clásica. Efectivamente, la petición de principio de cualquier contractualismo es la igualdad previa de los individuos que realizan el contrato pues, si no fuera así el contrato carecería de sentido por ser en realidad la imposición de la parte poderosa sobre la débil. Por eso, el contractualismo de, por ejemplo, Locke en el liberalismo político situó el origen del contrato en un hipotético pasado temporal de igualdad, un estado de naturaleza previo, que implicaba al presente. Sin embargo, el liberalismo económico es, como ya hemos explicado, un contractualismo diario que implicaría, necesariamente, una sociedad de individuos iguales en la realidad cotidiana. Pero esto no parece ser. Como bien señalaba Marx, la mala costumbre de los trabajadores de comer todos los días no parece que contribuya a la libre elección frente a quienes detentan el control económico. Mi jefe y yo no contratamos mi empleo en las mismas condiciones.

Efectivamente, estas han sido hasta ahora las causas de la inexistencia real del liberalismo y con ellas de su fracaso, al menos como la teoría emancipatoria que pretendió ser. Sin embargo, podría ser que en el nuevo capitalismo, con sus características de globalización y alto nivel de vida, el liberalismo fuera una teoría de futuro. Lástima, no lo es tampoco.

Decíamos antes que el liberalismo parte de un supuesto de cálculo racional. Efectivamente, el individuo busca su egoísmo, pero si lo hace de forma excesiva, sin pensar a su vez en el egoísmo de los otros, no triunfará. Así, el cálculo egoísta es mediado por lo social y esta es, curiosamente, la falla fundamental del liberalismo ante la nueva economía ¿Por qué?

En primer lugar hay un problema que es la relación entre la racionalidad del liberalismo y el lugar de pertenencia en la estratificación social. El cálculo racional del que habla el liberalismo en realidad no es sino la acción de individuos concretos cuya finalidad no es otra que mantener su status quo. Efectivamente, el cálculo liberal está cargado de prudencia económica y social, que es la forma en que la oligarquía llama a la mentalidad del ya establecido que solo busca mantener su posición social frente al arribista, que necesita arriesgar para escalar posiciones moviéndose, así, de forma imprudente e irracional. Y por eso, la idea clave de esa razón es la cohesión social que implica, fuera de la utopía, el perenne dominio de la oligarquía: el cálculo liberal es el cálculo de la cohesión y este solo es el cálculo del dominio. Sin embargo, en la economía actual el centro gravita hacia grupos emergentes, internos e internacionales, cuyo cálculo responde a un esquema no de cohesión, conservador, sino de conquista. Buscan un lugar en el sol y se atreven a más. Así, el proceso de globalización entendido como la ruptura de una sociedad cohesionada por grupos cerrados de poder, derrumba la racionalidad liberal. O la desenmascara.

En segundo lugar, porque la economía financiera no es igual que la productiva y comercial. En la economía productiva y comercial la racionalidad a aplicar está basada en el principio de utilidad -como bien sabían los economistas clásicos-. Este principio socialmente era sencillo de predecir pues la utilidad se mide facilmente en el mercado: la necesidad de un producto concreto se puede prever en la relación producción-consumo. Sin embargo, la economía financiera se rige por el criterio fundamental de la especulación -utilizado aquí sin ningún sentido peyorativo-. La especulación no rige de acuerdo al principio de racionalidad liberal porque el egoísmo de los otros no se presenta en un plano divergente o enfrentado sino que se suma. En efecto, en la economía productiva y comercial, hay al menos, dos bandos enfrentados: vendedores y consumidores. Este enfrentamiento provoca que los egoísmos aplicados por ambos mantengan -en el ideal al menos- el equilibrio final, pues ambos reman en sentido opuesto. Sin embargo, en la economía financiera solo hay un bando: especuladores. Y así, el egoísmo personal no añade equilibrio sino mayor tensión: todos quieren lo mismo y estiran el producto con riesgo de rotura. Como ha demostrado la crisis financiera, el egoísmo no cohesionó el mercado financiero sino que lo hizo estallar.http://www.blogger.com/img/blank.gif

Y por último, tercero, está la propia clave del paradigma -que la sociedad no es sino el sumatorio de sus miembros- ya desacreditada por la propia realidad -y, de paso, por este artículo, así que no nos extendemos-. Si la idea clave del liberalismo era que lo social resultaba de la suma de sus elementos particulares, el nuevo capitalismo ha superado esa ñoña perspectiva.

El liberalismo, seamos justos, fue una teoría para la emancipación. Hoy en día, ni tan siquiera es una teoría que explique la realidad. Ello no le quita, por supuesto, su interés como historia ni como una obra importantísima del pensamiento humano. Aunque ello sí le quita, por supuesto, su lugar en el presente. Por eso, apareció el neoliberalismo, que no es, precisamente, una teoría de emancipación. Pero, ya saben, eso otro día.


1 comentario:

DIEGO dijo...

Muchas gracias, D. Enrique por esa exposición diáfana de "aquello de lo que tantos hablan y se autodefinen" y que no es sino una de las opciones que el pensamiento vió para la cohesión social y que, como muy bien dice, es sólo una utopía mas o menos ñoña.
Pero ¿qué sería del hombre social si no tuviese una utopía en su horizonte?